7 de enero 2020: Festejando 121 años desde el nacimiento de CEEL

Primero, en honor a su cumpleaños, aludimos a otro festejo cuando Conrado E. Eggers-Lecour tenía 28 años, cuando fue votado consejal en Lomas de Zamora. Es el del medio con gafas.

First, to honor his birthday, we share a clipping from Caras y Caretas no. 1476, 1927 celebrating the election of Councillor Conrado Eggers-Lecour to the Lomas de Zamora council.

Segundo, incluímos hoy los primeros tres capítulos de un cuento o novelette que escribió durante ese mismo año.

Second, we include today the first three chapters of a story or novelette that CEEL wrote that same year. the last chapters will be published soon. In time, a translation into English will follow.




NOTAS EDITORIALES
Desde la introducción hasta el final, este cuento de toques barrocos o gothic tale tiene ecos del “teatro del absurdo” y usa una ironía suave, entrometiendo la voz ficticia del autor. Publicaremos los primeros tres capítulos cortos en este blog en castellano y mas adelante integraremos los otros capítulos y unos puntos de discusión. Con tiempo, se colgará una traducción al inglés.

EL PROBLEMA DE MAESE VORLUUT
“Naturalmente, todos los hombres desean saber, pero, ¿para qué sirve la ciencia sin el temor de Dios? En verdad, el humilde rús­tico que le sirve vale mas que el filósofo soberbio que, dejando de conocerse, considera el curso de los astros”
Tomas de Kempis “Imitación de Cristo y menosprecio del mundo»

INTRODUCCION: EL AUTOR EXPONE LAS RAZONES DE ESTÁ AVENTURA

Hace ya tiempo - casi tres mil noches de lecturas han transcurrido - me
asaltó un. verdadero, prurito de viajes, adquirido, por contagio a raíz de tun vagabundeo demasiado fácil con Javier de Maistre y Alfonso Karr ("Viaje alre­dedor de mi cuarto" y "viaje alrededor de mi Jardín"), En uno de esos periplos por los mares sin riesgos de les litros, acabé por llegar a Holanda, gracias a un billete de pasaje que me ofrecieron por escote varios de mis amigos – que, sin embargo lo eran muy poco entre ellos mismos -, citaré así: Fromentín, "Los maestros de antaño", Dumas, "El tulipán negro", Reclús, "Nueva Geografía Universal  y la enciclopedia Espasa. No recuerdo que idea me llevó a detenerme en Haarlem varias horas mas de las que señalaba el Baedeker para esa visita. Quizás fuese un parecido que desde el primer momento creí encontrar entre esa ciudad y Brujas le Muerta, la cual me habla inoculado para toda la vida una fiebre intermitente de Rodenbach, y parecido que por lo demás es posible no haya existido nunca. lo quo hay de cierto es que penetré en el museo Teylor y, escapando del "cicerone", perdí treinta y siete explicaciones de obras maestras para copiar un manuscrito del que no comprendí nade, por la simple razón de que no sé el holandés, pero que debía ser interesante, pues no figuraba en el catálogo,. Estas notas habrían quedado sepultadas con muchas otras serán publicadas a mi muerte bajo el titulo de "Opera omnia". Pero he aquí que un pariente muy lejano, que sin yo saberlo tenia en la agencia del Konink- lijke Hollandeche Lloyd, se ofreció gentilmente a traducirlas. Y ahora las he dispuesto en forma narrativa, gracias a cierta habilidad que Dios le ha dado y a la erudición que yo mismo me he conseguido.
No engaño a nadie ni invento nada: se trata de un hecho perfectamente real y auténtico, que muy bien ha podido ocurrir, y que podrán verificar fácilmente quienes utilicen los apuntes y las citas que ofrezco, pues es con ese solo fin que he llamado a tan respetables testigos. Debo tan solo advertir a los lectores en tren de Investigaciones que, si no recuerdo mal, el manuscrito no estaba allí hasta el momento preciso en que lo encontré.

CAPITULO I: EN QUE CONOCEMOS AL ANTICUARIO DE HAARLEM
"Ses yeux clairs et changeants s’assombrissaient quand il scrutait sur ce pauvre ouvrage humain quelque indice encore inaperçu d'un passé mystérieux"
Anatole France, "Sur la pierre blanche"

Hay algunas ciudades que vivieron una breve juventud de ilusión y de en­sueño ,y que decepcionadas luego por la realidad del despertar no tuvieron valor para desaparecer. Se quedaron muriendo poco a poco, con las opacas pupilas vuel­tas hacia el pasado, como si esperasen de él la mágica palabra que es la única clave del porvenir. Ciudades que fueron dominadoras  y felices porque un rey les dio una carta de libre comercio, porque un gran señor edificó sobre su suelo una residencia de caza o de galanterías, porque un caudaloso rio hizo girar sus molinos y mover sus barcos. Pero el rey cambio de ministro, el señor murió, el rio se retiró a varias millas de allí, y esas ciudades comenzaron a languidecer tristemente, como esas mujeres de un solo amor que permanecen solteras para no romper el hechizo de un beso que solamente fue dado por azar o por capricho.
Hacia la mitad del siglo pasado, Haarlem era una de esas ciudades. En tanto que los mercaderes la señalaron como uno de sus grandes depósitos de paños, conoció horas de esplendor, Pero la resistencia desesperada opuesta al Duque
de Alba y la sangrienta represión que le siguió hicieron huir a los ricos y agotaron a los burgueses. Una patina grisácea uniforme se extendió sobre la ciudad cubierta de niebla iluminada siempre por una incierta claridad de aurora otoñal, y parecía haber olvidado que era la patria de van Ostade, cuya paleta se habla enjoyado otrora de tan alegre colores. Siluetas esfumadas en una bruma perezosamente vaga cruzaban tímidas sus calles, asombradas sin duda de tener una existencia casi verdadera. Un vaho color de herrumbre se desprendía de sus casas, acurrucadas unas contra otras para sufrir menos el frío melancólico de su vejez. Toda Haarlem vivía aguardando a la muerte y se dejaba arrastrar como en pesado letargo por el tiempo.
Fue entonces que apareció Vorluut Henseldinck. A la doble invocación de su arte y de su ciencia, la antigua villa de Kanau Hasselaer comenzó a recobrar el brillo de su pasado esplendor. Trabajos llevados con inteligencia restauraron los edificios que verdeaba el moho de la pereza. Las viviendas lavaron sus
ladrillos policromos y blanquearon sus paredes que terminaban en los famosos techos rojos de dos aguas, populares en todos los cuartos infantiles del mundo. Las sombrías callejuelas que bordeaban los canales del Spaarne fueron plantadas de álamos. Casi parecía oírse de nuevo el ronrón de las hilan­derías y la actividad de las corporaciones.
Para Maese Vorluut, aunque hubiese ganado honor y beneficio en esa tarea de renacimiento de la ciudad - al punto de haberse creado un estilo «Haarlemer« que los ricos habían adoptado con entusiasmo para construir y adorar sus moradas - esa no era mas que una de las formas y de las épocas de su manía de escudriñar interlíneas de la historia. Mucho entes había comenzado s coleccionar medallas y monedas y su atención erudita se había visto atraída pas después por palimpsestos, incunables y manuscritos en gran número. Más tarde le sedujeron los armas y las pesadas equinas de guerra y por último su espíritu inquieto se dirigió a interrogar los muebles, utensilios y ornamentos.
Tal era la constancia de ese buhonero intelectual y tan sólida la fortuna en florines sonantes que heredara de sus abuelos los tejedores, que llevaba
camino de convertir su solitaria mansión en une Meca de quienes desearan estu­diar de cerca la antigua Neerlandia.
No solamente por eso era renombrado. Desde Alkmaar hasta Utrecht eran temas de comentario su escepticismo en materia religiosa y su elegante irreverencia hacia las cosas sagradas. Si bien pasaba todos los días ante la iglesia de Santa Ana para ir a la placa del Gran Mercado, ningún habitante de la villa podía Jac­tarse de haberlo visto persignarse, ni siquiera quitarse el bonete un segundo.
Su lenguaje de ateo, que reinaba sin disputa en las tertulias nocturnas de van Deer el pañero, constituía a la vez el escándalo y la comidilla de las devotas locales. Una de ellas contaba, ruborizada, que si encontrarse una vez con Henseldinck habia hecho - ten aterrorizada se sintiera - la señal de la cruz, y entonces él la había saludado sonriente, diciéndole: "Por lo que veo, señora, debo ser considerado ya como un santo, puesto que las damas piadosas se santiguan ante mi, como ante las sacras imágenes de los templos".

CAPITULO II: EN QUE APARECE UN RELOJ DE CAEILLGH
"Tout passe, l’art robuste seul a l’Eternité,
Le buste Survit a la cité",
Théophile Gautier, "L’Art", de "Emaux et Camées”

De pronto fueron los relojes los que despertaron nueva pasión en el coleccionista. Le pareció que nada podía narrarle mejor los secretos de los tiempos pasados, los deseos y las ideas de las generaciones desaparecidas, como esos sutiles mecanismos que lo hablan registrado minuto por minuto con sus latidos, incorporado a su espíritu y acordado a su ritmo,
A fuerza de curiosear en las tiendas de antigüedades y en los anales de la Compañía de Maestros, vio caer en sus manos un ejemplar maravilloso -
por su construcción y su figuro toda - obra del genial artesano De Coninck, a quien se deben loa relojes de las catedrales de Leyden, Amsterdam y la propia Haarlem. Una leyenda grabado a buril en su base lo atestiguaba. La nueva adquisición de Henseldinck tenia impreso el sello de una época en que la relojería era un arte, tal como la hilandería y la tintorería, en que cada obrero era un artista, era un artista cada patrono un maestro. En aquellos tiempos toda Obra de mano era agradable a los ojos de Dios porque nacía del dichoso consorcio de una necesidad material y un íntimo fervor.
Habla debido pertenecer a la capilla privada de una gran familia católica, pues mostraba en su parte inferior un retablo y en su cima una corona
lisa y una corona de marfil. Varias esferas señalaban los días, las fases de la
luna, la situación de los planeta, y otras chucherías astronómicas. Semejante a sus hermanas mayores de las catedrales, solo se le daba cuerda una vez por '
semana y a cada hora que sonaba se veía salir de ambos lados por medio de una
máquina infinitamente complicada. compuesta toda por ruedecillas dentadas y
piñones, unos grupos de muñecos que representaban breves pantomima, - una boda, la
procesión del Santísimo Sacramento, el paso de la Extremaunción  que se lleva a un moribundo - el mismo tiempo que un carillón hacía oir suaves aires flamencos.

Tenía algo de sortilegio ver que una cohorte tan variada de fantochas surgía de las entrañas del reloj, el cual no ocupaba mas sitio, colgando de una pared de la habitación, que un cuadro de Fans Hals, la mas bella y mas
impresionante de esas escenas, precisamente por el contraste de su propia sencillez, era la que se desarrollaba al dar la medianoche.
Primero aparecían dos heraldos que, merced a un sonoro toque de cornetes, hao an que se derrumbara una minúscula muralla de Jericó. lo que dejaba al descubierto el bíblico pesebre de Belén. Los pastores se arrodillaban con una
Piadosa adoración y María les presentaba al Niño Dios con una gracia envuelta en
candor, al mismo tiempo que el tintineo argentino de las campanillas tocaba
una canción de Navidad.  Tanto que del conjunto emanaba, no obstante su pequeñez,
una grandeza conmovedora que hechizaba los sentidos y se apoderaba del corazón.


CAPITULO III: EN QUE SE COMIENZA A VER EL DRAMA
"Esta relación estrecha entre la música y la esencia verdadera de la cosas explico el hecho de que, cuando ante una escena cualquiera…oímos alzarse los sonidos de una música apropiada, ella parezco revelarnos su sentido mas oculto y darnos su comentario mas exacto y mas claro.”
Arthur Schopenhauer, "El mundo como Voluntad y como Representación”.

Fue precisamente ese pequeño cuadro animado el que golpeó con mas fuerza e1
alma del anticuario. LO que le atrajo sobre todo fue la suave cantilena que acompañaba al Nacimiento : era un villancico ingenuo, tal como lo entonaban con su fe sencilla las pobres gentes del pueblo, un cántico impregnado de  alegría por la llegada del Redentor, pero también un salmo de contrición por haberse atrevido a aproximarse a El.
Henseldinck lo reconoció apenas lo escuchó pues se cantaba todavía en la época  en que no era el mas que un niño tierna edad que su madre tenia de la mano cuando iban a la iglecita de la aldea vecina.
Hasta pudo reconstruir, sino todo el casi infantil poema, por lo menos las palabras del coro: “Regocijémonos, hermano, pastores y zagalas, preparemos nuestros dones. El Salvador ha nacido".

Así que surgió de su recuerdo indistinto, el encanto se hizo mas fuerte, llegó a ser irresistible…La dulce copla volcaba una brisa embalsamada de juventud sobre ese desierto seco y estéril que era el corazón del quincuagenario. Ni siquiera pensó este en rechazar ese insignificante consuelo que llegaba hasta su celibato. Creyó por lo menos que la había aceptado tan solo porque había querido, y jamás se sabrá si hubiera sido capaz de resistirlo en el caso de que hubiese trato de hacerlo. Su razonamiento era muy claro y no dejaba el menor intersticio a las flaquezas del sentimiento: sabia demasiado bien que todo eso, Navidad y canción, religión y alegría, era esencialmente falso, y que los únicos  goces puros y verdaderos eran los de la inteligencia. Pero tal certidumbre le impedía, sino que por el contrario le permitía, disfrutar sin reservas del atractivo que el multisecular himno de Nochebuena ofrecía a su sensibilidad de hombre y de artista.

FIN DE ENTREGA PRIMERA DE ESTE CUENTO. PROXIMAMENTE SE PUBLICARAN LOS ULTIMOS CAPITULOS Y UNOS PUNTOS DE DISCUSION.