Aventuras de un periodista

 




Dos futuros reyes, por breve tiempo


   (Autobiografía de C.E.E.L, pagina 69-71) 


  La actividad política, a que me había consagrado intensamente, no impedía el cumplimiento de mis deberes en “La Razón” coma diario al que me he referido, ni mis crónicas del Colon y de actos musicales cómo toma la revista “Nosotros”, etcétera y luego mi actuación como concejal en Lomas de Zamora, mis colaboraciones en varios periódicos y revistas a la vez. Aquí contaré en forma resumida las dos misiones que en 1956 y 1926 me confió La Razón - y en la que ya era prosecretario de redacción - a raíz de la visita a la Argentina de dos príncipes herederos de sendas coronas históricas de Europa:  Humberto de Saboya y el príncipe de Gales. Uno y otro llegaron a reinar -aunque por corte corto tiempo- el primero como Humberto II y el otro como Eduardo VIII y luego Duque de Windsor, cuando abdicó a la corona de Gran Bretaña para casarse con la señora Wallis Simpson. Ambos viajaron por el interior de la Argentina y con ambos viajé yo y quiso la casualidad que cantara con ellos dos cancioncitas populares en sus países. Con el príncipe Humberto nos encontramos periodistas y fotógrafos por una media hora en lo alto del Cerro de Villa Nougués en Tucumán y fue aquel mismo que tuvo la idea de entonar:

“C’era una volta un piccolo naviglio que no poteva naviga…”’ etc.


 La conversación era difícil porque el ayo del príncipe, almirante Bonaldi,nos había dicho claramente que “a un rey o príncipe heredero no se le hacen preguntas y sólo él puede hacerlas”. Pero asimismo tuvimos varios momentos agradables y hasta cómicos con él y su edecán. El episodio con Eduardo de Gales resultó más interesante sobre todo para mí;  lo he contado dos veces al público lector, la primera en un telegrama desde Huetel, la estancia de los Sánchez Elías, a “La Razón” la misma noche, y la segunda años después en “Leoplán”,  y tal vez me lo hayan oído relatar en casa a algún amigo.

Igual que en el caso del príncipe Humberto, los periodistas vivíamos en el “tren piloto” que iba delante del especial destinado al Real viajero (sería tal vez para que, si se producía algún atentado, fuéramos nosotros en blanco y se salvará el príncipe?). Famoso por sus varias caídas del caballo que tenían a su séquito en permanente temor Eduardo de Gales había montado un rato en la tarde de nuestra llegada a Huetel y luego jugado al handball en la cancha de la estancia cuando vio que el corresponsal del “Times” de Londres, único cronista extranjero del séquito, sufrió una caída de su caballo, El, que había criticado tanto en su diario al príncipe por los sustos que, jinete daba al gobierno británico y hasta dado lugar a interpelaciones en la cámara de los comunes, tuvo una frase muy oportuna:

- supongo - le dijo sonriendo - que esta caída no saldrá en el “Times”? 


Cuando volvíamos al vagón comedor estacionado en un desvío de la estación ferroviaria, me encontré con el famoso dúo criollos formado por Carlitos Gardel y Razzano con sus guitarristas Barbieri que murió con el primero en el accidente aéreo de Medellín (Colombia) y otros. Viajaban con nosotros con el fin de hacer oír al Real huésped música popular Argentina y entonces estaban esperando órdenes sobre la ropa en que debían presentarse según prefiriese el príncipe: vestidos de gauchos,  o simplemente de “smoking” - o “tuxedo”- como los demás participantes en la reunión íntima que debía celebrarse después de la cena. Yo vi una posible oportunidad de “colarme” - “crashing the gate” as they say in the States  - y se lo dije a Gardel y Razzano.



 -no  veo la forma ion contestó el primero - porque han tomado medidas para evitar que entren los periodistas y fotógrafos con ma Pues el príncipe se fastidió un poco por la tarde como quejándose de que los muchachos con sus cámaras no lo habían dejado jugar tranquilo a la pelota.

-  lo único que se podría intentar, si nos avisan que vayamos disfrazados de gauchos - sugirió Razzano -  es que Eggers se ponga el smoking de Carlitos...Entonces sí! por lo menos, nada se pierde con ensayar dijo Gardel - , siempre que mi traje de smoking le quede bien.


Me lo probé y resultó que, si bien Gardel no era grueso, su traje era muy ancho para mí, que era entonces bastante flacucho.  Me callé la boca y volví a decir a aquéllos que podría usarlo.

 

Ya era  noche cerrada cuando nos dirigimos a la estancia el Dúo, sus guitarristas y yo así nos estuvieron en el portón de entrada.


No se puede pasar sin una invitación sellada, dijo un policía.

  1. Somos Gardel-Razzano (así decían entonces los dos) con los guitarristas…

  2. Y ese señor ? -  preguntó el guardia, señalandome con el dedo.

  3. Es mi secretario, encargado de traer la música y templar los instrumentos - repuso con toda calma Gardel, a quién ya habían reconocido los policías.

  4. -entonces está bien -  declaró el policía de civil-. es que tenemos órdenes de no dejar que se cuele ningún periodista o fotógrafo... Lamento haber perdido, con tantas otras cosas los recuerdos de las 2 Crónicas de esa noche que gustaron mucho a mis lectores, pues mi memoria tiene algunos claros.  recuerdo, sí. qué al terminar la cena y pasar a la sala, se alzaron las copas y fue entonada la  célebre canción inglés de saludo y de homenaje: quién Podría tener alguna vaga idea de conocer mi cara por haberle hecho yo dos reportajes,  pero estoy seguro de que no podía identificarme.  y menos aún en el estado de euforia en que se hallaba.  caminando con las puntas de los pies hacia los costados en un estilo parecido al de Charles Chaplin, me mostró la panzuda copa de coñac que tenía en la mano  y me dijo, con un tono de seria convicción:

  5. -  Yo entiendo de coñac, y puedo asegurarle que este es el mejor que he probado en mi vida.

  6.  otro ministro que se detuvo al pasar delante mío fue el inolvidable profesor Ángel Gallardo,  secretario de relaciones exteriores en la presidencia alvear.  hombre de ciencia tan eminente que se mencionaban descubrimientos suyos en biología, eran o menos Modesto y sencillo,  como lo son los verdaderos sabios;  yo lo había tratado durante las visitas de los dos personajes reales A qué se refiere este capítulito  y luego lo entrevisté para caras y caretas canción en que me dijo:

  7. - Tiene todavía esa Galera de felpa  para recibir en el puerto a los príncipes?  recuerdo que al principio estaba muy bien planchada y reluciente pero que al rato, con sus ideas y vuelcan sus ideas y vueltas para recoger datos destinado a las crónicas, tenía todos los pelos revueltos como gato enojado…

  8. -  sí doctor-  contesté y le devolví suavemente la broma-.  Usted sabe que mi mandato  no termina,  como el suyo…

  9.  pero volvamos a la nueva prueba del amable humorismo que era muy suyo:

  10. - parece que el difunto era más grueso -  me dijo sonriente, con una rápida mirada al “smoking” de Carlitos Gardel, quién efecto me caía muy ancho de hombros.

  11. - así es,  señor ministro - respondí-.  Pero no me denuncian, por favor.

  12. - por supuesto-  repuso y se alejó con un simpático gesto así de cariño.

  13.  era tan enemigo del “bombo” y la vanidad que,  cómo conté en el mencionado reportaje, en, inauguraciones, entierro, & etcétera, se, o medio escondido, a un señor Más bien bajito que enseguida sugería el pensamiento:” Qué parecido al ministro Gallardo!”. y yo añadiría” es el ministro gallardón”.

  14.  así pasaron los dos momentos en que corría el riesgo de ser reconocido esa noche que quizás invitado a abandonar la amable fiestecita.  y así logré cumplir mi propósito de dar al público lector una impresión directa de esa reunión a la que ni siquiera el prestigio cronista social Josué Quesada, fiel y querido amigo, había conseguido entrar.  bien Es cierto que con su corpulencia fácilmente identificable ni siquiera intentó hacerse delgado y jovencito, cómo me achique yo para colarme. se quedó en el tren y al llegar yo de Huetel  a la estación me felicitó como buen colega.

  15. Todavía antes de terminar la velada, tuve ocasión de acompañar a “su alteza” en otra cancioncita: era la hecha famosa en la Primera Guerra Mundial “It’s a long way to Tipperary, It's a Long Way to go”.


EL ARTICULO EN LA RAZON 1925

VISITA DEL PRINCIPE DE GALES A ARGENTINA EN 1925:AGENDA DE ACTIVIDADES

BUENOS Aires se vistió de gala, en agosto de 1925, para recibiría Eduardo de Windsor, heredero del trono de Gran Bretaña.

Como lo había hecho el año anterior en el mismo mes de agosto, con motivo de la visita que nos realizara el joven príncipe Humberto de Saboya.

El de Italia fue el primer heredero de un trono que llegaba a nuestro país, marcando un verdadero acontecimiento en la vida ciudadana.

Ahora ese acontecimiento se repetía con el arribo del príncipe de Gales, que venía a nuestro país rodeado de una aureola de popularidad que se puso de manifiesto en las entusiastas recepciones.

El público argentino, especialmente el porteño, tuvo oportunidad de observar de cerca sus característicos rasgos de sencillez.

Era llevado a las fiestas poco menos que de la mano.

principe de gales en argentina


El principe de Gales en la legacion de Gran Bretaña durante la recepcion ofrecida en su honor,en compañia de la señora de Alvear y de lady Alston

Concurría a regañadientes, como cuando los chicos van a la escuela. Asistió, en el Teatro Colón, a la representación de «Loreley», con Claudia Muzio y Beniamino Gigli.

Dicen quienes estaban cerca de él, que el príncipe de Gales se durmió durante la función.

Dio algunos cabezazos.

Evidentemente le gustaba más el deporte.

Por lo mismo concurrió a ver partidos de polo en los que participaron nuestros campeones olímpicos.

Además, en el Hurlingham Club, dio algunos tacazos como para demostrar su habilidad en el deporte ecuestre.

Una noche asistió al Teatro Opera, donde se representaba «Fruta Picada», en la que Florencio Parravicini hacía un tipo de inglés.

También actuó Roberto Casaux, que interpretó un monólogo en inglés, y Ana S. de Cabrera en números folklóricos.

En la parada militar que se realizó en su honor, el príncipe revistó las tropas, en compañía del jefe de la formación, general José F. Uriburu, y luego presenció el desfile de las mismas desde el palco oficial.

El tren especial en que el heredero de la Corona británica viajó a la estancia Huetel, llegó a las 7 de la mañana, pero el príncipe no quiso que lo despertaran y siguió durmiendo hasta el mediodía.

Hubo, en esa estancia, desfile de gauchos con aperos de lujo, domas, pialadas y yerras.

Luego, asado con cuero rociado con buen whisky.

Por la tarde un paseo a caballo durante el cual sufrió una caída uno de los periodistas británicos que lo acompañaban.

Recordó entonces la difusión que se dio a sus numerosas caídas y con su flema británica, sonriendo, dijo: «He ahí una noticia que no se dará a la publicidad».

Cantó después el dúo Gardel-Razzano y el príncipe tocó el ukelele. Volvió a la capital, desde donde debía iniciar una gira por el interior.

Un día desapareció.

Durante una hora lo buscaron por todas partes.

Había burlado hasta la vigilancia de los agentes de Scotland Yard que lo acompañaron en su gira.

Hubo el consiguiente revuelo. Se pensó en un accidente, en un secuestro, en un atentado. Pero no hubo nada de eso.

Una hora después apareció el príncipe en su residencia. Lo que había ocurrido es que quería estar solo.

Sin compañía.

Sin agasajos.Absolutamente solo. Cumplió después una amplia gira por el país.

Visitó varias estancias, entre ellas la de Chapadmalal, y un mes después de haber llegado, se embarcó en el Repulse, fondeado en Mar del Plata.

Antes de partir firmó el retrato de Genaro, modesto dueño de la «trattoría» de Playa Grande, donde había hallado refugio cordial para eludir el protocolo.

Se despidió con un «hasta pronto», que el príncipe cumplió, pues algunos años más tarde nos volvió a visitar.

Con su primer viaje habla retribuido la visita que hiciera a su patria el doctor Alvear siendo presidente electo en 1922, circunstancia en que se honró a nuestro país con significativas ceremonias.

source: https://historiaybiografias.com/historia_argentina

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